Fueron los Duques de Híjar quienes se encargaron de edificar la actual iglesia de San Juan Bautista. Concretamente fue mandada construir por el décimo Señor de Híjar, Don Pedro Pablo Alcántara Fadrique Fernández de Ixar y Abarca de Bolea Portocarrero y Pons de Mendoza (1741-1792), Grande de España de primera clase cuatro veces, caballero del Toisón de Oro con la Gran Cruz de la Real Orden Española de Carlos III entre otros títulos; y duque de Lécera, conde-duque de Aliaga y Castellote, conde de Belchite, Palma, Salinas, Vallfogona y Guimerá, marqués de Orani, Almenara y Montesclaros, vizconde de Illa, Evol, Canet y otras villas.
Tras una serie de trabajos anteriores, el Duque de Híjar encarga el proyecto de edificación de la nueva iglesia al arquitecto zaragozano Agustín Sanz (uno de los mejores arquitectos aragoneses del siglo XVIII). Este encargo se ve reflejado por una serie de capitulaciones que todavía hoy pueden consultarse en el Archivo Ducal de Híjar (sito en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza) y que están fechadas el 18 de mayo de 1777. La iglesia debía construirse en un plazo de tres años y el coste de las obras ascendía a 137.808 Reales de Vellón. Efectivamente, en 1781 el nuevo edificio ya estaba concluido. La nueva parroquia fue consagrada bajo la advocación de San Juan Bautista.
Después de edificar el nuevo templo llegó la hora de realizar los altares, que fueron encargados en 1780 al maestro Joaquín Arali y decorados por el «maestro dorador» José Cidraque en 1781. Los cuadros de altar, dedicados a San Juan Bautista, San Rafael y San Pedro Alcántara, fueron realizados por los hermanos Bayeu. Existió también en la estructura original un púlpito que ha sido destruido y una serie de altares de devoción popular que están cegados en la actualidad. Además, el altar original de Arali, dañado durante la Guerra Civil, no puede contemplarse porque se encuentra detrás del actual, construido a mediados de los años 50 en el taller de los zaragozanos Hermanos Albareda.
En la edificación de esta iglesia de Vinaceite Agustín Sanz muestra su predilección por las plantas centralizadas, muy influido por los arquitectos del Barroco Clasicista Italiano y por «su maestro», Ventura Rodríguez, ya que este proyecto se asemeja a algunos de los realizados por él, como San Marcos o San Francisco el Grande, ambas en Madrid. No es la única ocasión en que fundamenta su proyecto en una planta centralizada; es más, lo repite de forma obsesiva en la gran mayoría de sus construcciones religiosas, como la iglesia de Urrea de Gaén o la de Clamosa, en Huesca, pero también perteneciente a los dominios del Duque de Híjar.
La composición está centrada por un espacio circular al que se accede por medio de una estrecha nave de dos tramos situada en el mismo eje que el presbiterio, con ábside poligonal y sacristía a ambos lados. En el lado del evangelio podemos ver una capilla en el primer tramo de la nave (que en origen tuvo la función de baptisterio) y las escaleras de acceso al coro en el segundo, el cual está situado sobre el primer tramo. En el lado de la epístola se construye una torre hexagonal al exterior. La nave de entrada se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos y el presbiterio por bóveda de cuarto de esfera con nervaduras. El gran espacio central se cubre por una cúpula de gajos que apoya sobre un tambor circular, con aspecto octogonal al exterior y con vanos termales en los lados laterales. En la cúpula se disponen cuatro enormes óculos con vidrieras que sirven para iluminar el interior de forma abundante. La decoración interna es también de un gusto muy sobrio y clasicista, prácticamente sin ningún acceso al «barroquismo».
Al exterior destaca también la sencillez de la portada, muy clásica, de un solo cuerpo, con columnas de Orden Corintio Gigante, rematada por un tímpano triangular y con aletas barrocas en ambos lados, que han perdido su disposición original tras una desafortunada restauración.
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